De entre los muertos y los borrachos, salió un señor, el
único de tal edad para decirle señor, en el patio de la casa en donde me
encontré el sábado. Entre ron y ron que me tomaba con mis amigos, se acercó el
señor con pretexto de presentar al perro guardián de la casa: un pitbull de un
año color dorado. De su presentación y de las palabras entrecortadas y poco
audibles por el sonido infernal de las bocinas que tenía al lado mío, emanó de
su boca la palabra “normalista”.
Opinó que los padres estaban ganando dinero por hacer los
movimientos sociales que están realizando y que a ellos, en realidad, no les
importaban sus hijos. Dijo, que como padres, es una obligación saber en qué
lugares se meten sus hijos, haciendo referencia a la Escuela Normal Rural de
Ayotzinapa, la cual tiene una reputación mala en cuestión que ahí estudiaron
muchos guerrilleros como Lucio Cabañas, y también tomando como referencia el
quinto camión tomado por los normalistas, desaparecido en el informe final de
la “verdad histórica” de la PGR, que se encontraba, supuestamente, cargado con
drogas. Sugería que los estudiantes de Ayotzinapa estaban en malos pasos, que
sus padres ya lo sabían y que aprovechaban la situación para hacer dinero y
política. Afirmó que como padre, él tenía la responsabilidad de saber en qué
escuela estaba metido su hijo y nos contó la anécdota de por qué no quiso que
su hijo estudiara en la Vocacional 5.
Recordé las tropelías que un grupo de jóvenes hicieron el
1 de diciembre de 2012,durante la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente.
Recordé la violencia con que actuaron varios jóvenes durante la primera manifestación
que hubo en apoyo a los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Ayer, domingo,
vi en portales de internet que algunos jóvenes encapuchados hicieron desmanes
en la ciudad con pintas durante la marcha que se realizó el sábado a un año de
la desaparición de los normalistas. Mis recuerdos fueron consecuencia de lo que
el ebrio señor continuó platicando:
Rafael Acosta Ángeles, mejor conocido como Juanito, el
famoso y popular político mexicano que se caracterizaba por utilizar una banda
tricolor en la frente, reunía al grupo porril de la Vocacional 5 (probablemente
reclutaba a gente de otras Vocacionales; en esta ocasión exclusivamente hablo
de ésta) que estaba compuesto por estudiantes muy jóvenes, y les daba 5 mil
pesos para que saquearan Oxxos y tiendas departamentales durante algunas
manifestaciones que se realizaban en la Ciudad. Juanito, además, con el objeto
de seguir manipulando a jóvenes acríticos, inconscientes de la realidad, no
pensantes, totalmente manipulables y moldeables de 15 o 16 años, les ofrecía lugares
para que hicieran fiestas cuando quisieran.
Me gusta beber. Me gusta ir a emborracharme todos los
fines de semana dos noches consecutivas: viernes y sábado; si tuviera el valor
de hacerlo desde el jueves, lo haría y lo continuaría hasta el lunes e incluso
hasta el miércoles, desde la mañana. La mejor hora para tomar es la mañana,
cuando es políticamente incorrecto hacerlo. Me gusta destrozar mi cuerpo y mi
ánimo todo el fin de semana. Hay quien me ve por las mañanas del lunes y me
reprocha la pesadilla que cuelga de mi rostro, mientras, por el cansancio,
continúo arrastrando los pies para caminar.
Todos los lunes permanezco de mal humor, aburrido,
dormitabundo (permítaseme la expresión), desganado, hastiado, cansado, derrotado. Sólo una buena noticia permitiría recuperarme medianamente de la piltrafa
que acabo siendo después del fin de semana. Aún espero que algún lunes alguien me dé una buena noticia. A eso dedico esos días: a destruirme, que además de que me gusta
hacerlo, me doy la oportunidad de encontrarme con este tipo de personajes que
cuentan este tipo de verdades.
Al final, no es tan mal negocio ser estúpido y
sin importar ninguna circunstancia dedicarse al saqueo político de tiendas: se
gana dinero y se bebe, casi de a gratis.
¡Salud!
Fotografía tomada de El Universal
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